Desde este contexto histórico
(Escrito por Martín Horacio Liparoti)
En Argentina se decretó la cuarentena preventiva frente al Coronavirus esta semana. Creo que la suspensión de las actividades públicas no nos vino nada mal para poder adaptarnos a esta situación en primer lugar como personas, luego como familias, y finalmente como trabajadores. La naturaleza lo hace constantemente, pero el ser humano perdió esa capacidad tras esconderse detrás de la comodidad de la vida moderna. Sin embargo, el destino nos enfrenta a estas situaciones para demostrarnos que debemos despertar.

Hoy nos unimos al mensaje mundial
diciendo "cuidémonos".
Pero hagámoslo pensando en el
otro. En la Sala de Armas a los estudiantes de esgrima les recordamos todo el
tiempo que los accidentes ocurren cuando uno se confía y cree que no hay riesgo,
porque el riesgo siempre está presente. Sólo permanece latente mientras lo
mantengamos controlado. Un barbijo puede confundirnos con una falsa sensación
de seguridad.
Padecer o no una enfermedad, esta
o cualquier otra es un accidente. Pero el ser humano sigue sufriendo el mismo
fantasma de hace mil años y de siempre: la soledad. La cuarentena no implica
quedar aislados del mundo y hoy más que nunca el mundo está unido por las
comunicaciones virtuales. Sin embargo, la paradoja consiste en que en este
mundo tan conectado a veces podemos quedarnos muy solos. Por eso, tomemos todos
la iniciativa de hablar, de comunicar, de interactuar y compartir.
Sigamos en contacto a través de
las redes sociales, del blog, del mail o de cualquier otro medio. Escribinos y
compartí tus vivencias con nosotros.
¿Te animás a buscar en tu casa
qué historias de la Edad Media traen a sus espaldas los objetos de todos los
días? Te aseguro que te vas a sorprender...
Acá te dejo la mía. ¿Sabías por
qué saludamos agitando la mano?
Resulta que antes de que
inventaran los timbres y los porteros con cámaras, la gente llegaba a las casas
o granjas y no había forma de saber quién era ni qué intenciones traía desde
lejos. Entonces surgió la costumbre de levantar las manos, retraerse las mangas
hasta los codos para mostrar que no se ocultaba ningún arma, y saludar con las
manos en señal de buenaventura. Recuerdo que aún hoy hace no muchos años, mis
parientes del campo salían en sus chacras con la escopeta en manos cuando
escuchaban o veían un movimiento extraño. También pasé por la experiencia de
entrenar artes marciales orientales en una escuela tradicionalista. Una de las
costumbres era arremangarse antes de servirle, darle algo o incluso saludar a
un maestro.
La historia, el ser humano y las
costumbres son atemporales. Cruzan cualquier distancia y derriban barreras.
Está mucho más cerca nuestro de lo que creemos.
Ahora, ¿te animás al desafío?
Contanos tu historia detrás de la historia.
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