Reseña sobre la Cena de Fin de Año de Peregrinus Albus

     El sábado 10 de Diciembre del 2011 no fue San Crispín. Pero un grupo de 23 recreacionistas lo vivieron como si lo fuera. En la modesta fortaleza de Sir Farhill, apodada por los viajeros “La Cueva del Oso”, esta banda de hermanos de armas y colaboradores se reunió en una celebración que les instaba a enfrentar con valentía el gran desafío que implica encarar un 2012 lleno de nuevos proyectos y objetivos. La música, la comida y la bebida fluyeron sin descanso, al igual que emotivas palabras por parte todos los integrantes de este ágape medieval. Es evidente que una celebración de este calibre requiere muchísima preparación. Ésta en particular, constó de tres semanas de organización y logística.




 
      El evento hizo su apertura con una proyección que expuso tanto los éxitos y logros como así los  objetivos que quedaron pendientes en este año que termina. También se adelantaron las nuevas metas para el año que comienza. La exposición de estos objetivos, claramente organizados en las distintas áreas de Peregrinus Albus, no solo realizó un certero balance del 2011, sino que nos permitió conocer en qué aspectos cada miembro puede continuar colaborando en pos de un objetivo común dentro de la organización. Uno de los mayores logros del año fue, sin duda, la formación del Consejo de Lanzas: una instancia de organización y deliberación en la cual los miembros más destacados de Peregrinus colaboran fomentando la pluralidad de ideas y la transparencia.


     Seguido de la apertura, tuvo lugar la tradición anual del Discurso del Peregrino. Este año estuvo a cargo de Sir Martin Farhill, miembro fundador de Peregrinus Albus. En su discurso, encaró la cuestión de la actividad del peregrino del alba, sus varias facetas y áreas de desarrollo. Esta pregunta, ¿qué hace un peregrino del alba?, resulta clave en esta instancia en la cual el grupo se ha instalado y definido como emprendimiento cultural, y la respuesta de Sir Farhill resultó esclarecedora. Un peregrino del alba es un recreacionista, un investigador, un intérprete y un amante de la historia; pero principalmente es un pensador que no se queda con una visión de la realidad. No se limita a aprender y repetir la historia, sino que la vive, cuestionando y perfeccionando su actividad permanentemente.



     La tradición peregrina continuó con las promociones de los miembros del Círculo de Esgrima Medieval Europeo. Este año se confeccionaron vistosas medallas para los promovidos. Es un honor extender mis felicitaciones a Fernando Trobbiani, Javier Reynoso y Gustavo Jaurena por su promoción a Discípulus. Estos valientes Peregrinos aceptaron sus nuevas responsabilidades de rango y juraron ante sus compañeros ser fieles a los principios de su noble casa. Sin duda alguna, demostraron ser merecedores de sus nuevas distinciones de rango, y de portar ahora el oro en su vestimenta. ¡Semprer Fidelis!



     Pero Peregrinus no es solo un círculo de esgrima, y no se limita a promover a sus habilidosos guerreros sino que destaca también el esfuerzo de cada uno de sus miembros y los agasaja con menciones especiales. En este caso, Fernando Trobbiani, fue honrado con la mención del Espiritu Peregrino, la máxima de Peregrinus Albus. Javier Reynoso fue el Campeón Peregrino, demostrando ser el miembro más habilidoso con las armas, y Gustavo Jaurena el Peregrino de Honor, quien ha tenido más postulaciones a premiaciones. Estas máximas menciones también fueron acompañadas de medallones portando la librea del oso en reconocimiento por su merito y su compromiso con Peregrinus. En total se entregaron 23 diplomas, entre los que se encontraban menciones referentes a los talleres, al CEME y a contribuciones dentro de la organización, reconociendo el esfuerzo de cada Peregrino que consiguió metas personales y comunes a la hermandad.

      La comida fue, por supuesto, un aspecto fundamental de la reunión. Los platos tenían fuertes raíces históricas y constó de un menú que requirió tres días de intensa preparación. El menú se compuso exclusivamente de platos fríos, para contrarrestar el calor que, inevitablemente, asolaba el salón de celebraciones. Entre las entradas, los comensales hambrientos encontramos un delicioso cerdo frito en jengibre crujiente, seguido de un pudding de arroz con hongos y acompañado de exquisitas fetas de pechuga de ave rellena con frutos rojos; servida junto con lonjas de pan crocante y una variedad de exóticas salsas picantes y agridulces. Los deleites culinarios continuaron con un doble plato principal: pastel de carne envuelto en panceta sobre pan de queso y ensalada de hojas verdes con croutones y almendras. La cena concluyó con un postre imponente: una sustanciosa y alta tarta fría de durazno a la crema. Afortunadamente, la bebida tampoco escaseó, y el agua al limón con jengibre especialmente preparada por el anfitrión fue el golpe de gracia asestado al calor, con el que nos refrescamos entre tanta algarabía. Para colaborar con la algarabía, por cierto, no faltó la cerveza.



      Después de la cena, fuimos deleitados con una sesión de música medieval por parte de las damas de Laudate Dominum, con un componente lúdico de lo más divertido. Al interpretar una alegre tonada inglesa de taberna, las damas de Laudate nos desafiaron a beber durante el estribillo. Los comensales aceptamos el desafío y salimos airosos, aunque quizás un poco borrachos. Este fue, en mi humilde opinión, el momento mágico que transportó la fiesta a un verdadero salón medieval. El recital privado fue una sorpresa, pero lo que realmente colaboró a la excelencia recreacionista y la atmósfera mágica de la reunión fue la decoración y la ambientación del salón. En un día entero de preparación, se decoró el lugar con antorchas, estandartes, manteles y tejidos de paja, cubriendo estratégicamente aquellas zonas que pudieran desentonar con la época que se pretendía evocar. La bebida se sirvió en jarras, la pesada mesa de madera que dominaba el salón parecía de otro tiempo y el siempre presente “altar” del Peregrino, exhibía las armas y el equipo del caballero medieval. Mientras Laudate sonaba estridente, las pequeñas damas correteaban por el salón y las velas ardían iluminando el descanso de las armas sobre el altar, vuestro servidor no pudo evitar sentir que, detalles más, detalles menos, era aquello lo que ocurría en un salón de festejos durante el Medioevo.



      Concluida la sesión musical, los integrantes del círculo de armas intercambiaron ideas en una actividad novedosa. No es necesario enumerar cada una de las emotivas frases que surgieron de esta actividad. Basta con transcribir una de ellas, anónima pero enriquecedora:

“Peregrinus Albus me enseñó a respetar a mis compañeros, a unificar los esfuerzos por un bien común, a esforzarme para lograr mejorar y tal vez ser una inspiración para los demás, a respetar tiempos y adaptarme a mis compañeros, a perder el miedo a actuar en público, a sentir el alivio de saber que siempre voy a contar con el respaldo de mi hermandad. Esta hermandad es lo que siempre estuve buscando. Es por eso es que les digo ¡Semper Fidelis!”

      Para cerrar la alegre jornada, Omar, el distinguido Dux del Chastel Pelerin honró a los comensales con un discurso cargado de sabiduría. Sus palabras nos recordaron que ser un peregrino significa reconocernos como caminantes, como homo viator: hombres del camino atravesados y enriquecidos por el movimiento que implica la vida; y que solo el crecimiento personal puede resultar de no instalarse en un estado de rigidez e inmutabilidad. Reconociéndonos como peregrinos, el Dux Omar nos bautizó también como predicadores: depositarios y transmisores de una tradición que se hace más rica y satisfactoria cuanto más se comparte. Siguió a aquello la apropiada mención al discurso del rey Enrique previo a Agincourt en el día de San Crispín; día en el cual una banda de hermanos de armas festejó el estar reunidos frente a la adversidad, y se apenó de todo aquel que no pudo ser parte de ese momento compartido.



      El brindis final fue el broche de oro, liderado por Cecilia, dux del Chastel. Entonces, las copas chocaron por el cariño, por la paciencia y por la humildad, todas honorables instancias del amor; la emoción que nos impulsa como peregrinos recreacionistas. Amor por lo que hacemos y por quienes lo comparten con nosotros.



      Los honores terminaron y la fiesta tocó su fin, pero quienes permanecimos en el salón concluidos los festejos fuimos deleitados con un ingenioso espectáculo de stand up de la mano y la mente de Fernand Trobb. El show presentó un repertorio de 3 desopilantes personajes: un normando llamado Armando, una vidente no vidente y una invención de lo más escatológica. Gracias, Fernando, por las risas.




      No queda mucho que este humilde juglar pueda deciros respecto a tan bendita y esperada noche, excepto quizás, con la esperanza de transmitir la emoción de haber estado allí en carne propia, traer a la memoria las palabras del fiero y bravo rey Enrique: 

Nosotros pocos, felices pocos, nosotros, grupo de hermanos;
Pues el que hoy vierta conmigo su sangre
Será mi hermano; por villano que sea,
Este día le hará de noble rango:
Y muchos caballeros de Inglaterra, que ahora están en la cama
Se considerarán malditos por no haber estado aquí,
Y les parecerá mísera su valentía cuando hable alguno
Que combatiera con nosotros el día de San Crispín.


Semper Fidelis!
Harry Blindbow 
Escriba de Peregrinus Albus

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