Feedback: Conmemoración por los 80 Años del Monumento al Cid Campeador



Cielo oscuro plomo. Humo blanco cruzando de nube en nube. Reagrupándose. Compactándose. La Lluvia nos amenaza. Preparados bajo los arcos de la Basílica de Nuestra Señora de Buenos Aires, unos ángeles de bronce nos inspiran a continuar bajo su resguardo.
 

Pese al frío, estamos allí reunidos. Aguardamos la bendición del padre, que sale en nuestra búsqueda. Bajo ese mismo techo y ante las enormes puertas de la Iglesia, quienes llevamos los fragmentos de esa misma tierra que en aquellos años hubiese pisado el Cid en su camino, damos un paso al frente. Extendemos nuestros brazos hacia el padre. Con sus palabras, nos encomienda a Dios dándonos valentía y esperanza. En lo alto estarán protegiéndonos y acompañándonos.


Formamos para marchar. Estos soldados, nobles y vasallos reunidos en peregrinación llevan en sus manos una reliquia ansiosamente esperada por aquellos hombres y mujeres reunidos ante el monumento al Cid. Pero no vamos solos. Nos acompañan unos jinetes apodados los Ciclistas Campeadorianos. Nos escolta Horacio Fórmica, presidente de la Asociación Cid Campeadorianos del Mundo. Marchamos acompañados por la melodía y cantares de nuestras damas. Nuestras armas nos protegen y nuestro emblema nos mantiene unidos y tenaces.

La tierra que llevamos en nuestras manos proviene de cinco sitios de España, hitos en la vida del Cid. Un paso por su historia, un resumen de su legado. Será volcada en el jardín homenaje del monumento, a los pies de la imagen que con bravura se erige en lo alto.


Miramos hacia el cielo, rasgado por la lanza de metal, enfrentada a la tormenta que nos acecha. Allí, donde la piedra se une a la inmensidad, el Campeador se destaca tal y como lo hizo en vida. Clavamos nuestros estandartes al suelo. Nos presentamos. Hacemos una reverencia. La gente reunida mira con pasión la figura. Cid, estamos acá en tu nombre, siguiendo tu huella. Horacio exclama: "¡Estamos aquí para proteger este monumento!" Estamos aquí para mantenerte vivo en estas tierras lejanas y frente al paso del tiempo.


Nuestra Juglaresa Marisa Fernanda inicia su pregón mientras las otras damas acompañan musicalmente. El público observa y escucha atento. Nos emocionan las palabras. Dice: "¿Qué sabemos del Cid, qué nos trae a este lugar en este día?" Son los lazos hacia nuestras raíces europeas, medievales. La ceremonia se vuelve más vívida. Podemos sentir el destierro. Queremos ofrecer nuestro pendón al servicio del Cid.


Ilustres convocados tienen el honor de volcar la tierra sobre el jardín que algún día florecerá con fortaleza y gracia. El monumento de roca y metal ya no será sólo una figura evocativa. Ahora, gracias a este jardín se convertirá en un puente que nos conecta con otras tierras, que une pasado, presente y futuro, tal como exclamó la juglaresa. Sobre él, crecerá el vivo recuerdo del Cid nutriéndose de la energía del sol que pronto asomará detrás de esta gris oscuridad.

Una hermosa y emotiva bendición que nos llega desde España pone nuestras armas en el cielo. Y las une luego a la tierra, al presente, a los Campeadorianos. Invoca a Dios entre los hombres para que este objeto de honor no sea utilizado en vano. Llama a la justicia y la verdad para que jamás dejen de servirles. Pero también a la razón, porque estas armas no deben ser utilizadas sino como último recurso. Es deber del hombre prevalecer con la palabra, auxiliar al afligido y ser íntegro con sus creencias. Nuestro silencioso juramento sella pacto con nuestros ancestros al clavar las hojas en el mismo suelo. De ahora en más, el brillo de su acero será reflejo de este maravilloso día.

El evento continuó con menciones, reconocimientos y honores. La juglaresa recitó parte del Cantar de Mio Cid. Horacio nos ilustró con su historia. Los visitantes respondieron con su entusiasmo, atención y respeto. Se volvieron parte de los acontecimientos y parte de este momento único. No hubo cierre ni despedida, porque cada uno de los presentes llevó la ceremonia consigo a sus hogares. Al regresar, narramos los hechos a nuestros familiares y amigos, los hicimos públicos. Y ahora la voz se esparce como en aquel tiempo la noticia del destierro del Cid y de cada una de sus hazañas.


Queremos agradecer en primer lugar a Horacio Fórmica que nos convocó para ser parte de la historia. Vivimos este día en carne propia y tal como el jardín atesora la tierra del Cid, llevaremos este día con nosotros adonde vayamos. Nos han tratado excepcionalmente y el evento se embebió de su generosidad y entusiasmo. Nos ha inspirado a todos su amor por la historia.

El público nos recibió cálidamente, compartieron el día haciéndonos sentir parte de ellos y a la vez parte de lo que esperaban encontrar. No hubo separación alguna entre nosotros, ni escenarios ni figuras. Aquí lo único que se destacó fue nuestro Cid Campeador. Todos los demás fuimos simples seguidores. El público entre nosotros, los ilustres invitados y organizadores del evento. La atmósfera respiraba humildad y calidez humana. Gracias por hacer de este evento un momento único en nuestras vidas.


Gracias a nuestros peregrinos, que pese a todo estuvieron allí. Que lastimaron sus manos en el trabajo con cuero o corrieron a contrarreloj para que la vestimenta y estandartes estuvieran a la altura del evento. Que permanecieron aún cuando las primeras gotas comenzaron a atacar. La bendición del padre nos llevó secos hasta las mismas puertas desde las que salimos. No pudo ser casualidad. Bajo el techo, empacamos nuestro equipo con lluvia a cántaros. La tormenta se desquitó de todo aquello que había aguantado desde que partimos en procesión desde la Iglesia.

Y gracias, sobre todo, a ti por leer estas palabras. Por ayudarnos a compartir y difundir lo que hacemos, por continuar manteniendo vivos el recuerdo y la historia.

Semper Fidelis!

Sir Martin Farhill
Portavoz de Peregrinus Albus

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